Cruz Azul llegó a Guadalajara con la presión de levantar cabeza tras el decepcionante empate sin goles frente a Mazatlán. Enfrente lo esperaba Atlas, en el siempre complicado Estadio Jalisco, y la noche pintaba para tormenta luego de un primer tiempo marcado por errores propios y goles en contra. Pero apareció él: Ángel Sepúlveda, el hombre que transformó la catástrofe en ilusión.
La Máquina había comenzado bien. Con decisión, se adueñó del ritmo del partido y generó un par de llegadas claras. Incluso Kevin Mier, el arquero colombiano, se lució con una gran atajada en el arranque. Sin embargo, su noche daría un giro fatal: al minuto 16, cometió un error insólito al controlar un balón en la salida, regalándole la pelota a Eduardo Aguirre, que definió sin problemas para el 1-0 del local.
El mazazo se sintió. Cruz Azul se desordenó, y antes de la media hora, otro ataque de Atlas terminó en el 2-0 tras un centro raso que la defensa no logró cortar. La historia parecía sentenciada. Pero ahí fue cuando Ángel Sepúlveda dijo presente.
Primero, al minuto 55, desde los once pasos: luego de una revisión del VAR que detectó una mano en el área, el Cuate tomó la responsabilidad y descontó con autoridad. Y pocos minutos después, volvió a aparecer. Esta vez, gracias a una asistencia perfecta de Mateusz Bogusz, controló dentro del área y, con una media vuelta letal, clavó el empate con un derechazo cruzado imposible de detener.
Con dos gritos llenos de carácter, Sepúlveda devolvía la ilusión temporal en una noche que parecía destinada al papelón. El 2-2 dejaba a Cruz Azul de vuelta en el juego, y también con algo de esperanza: cuando todo se derrumbaba, apareció su número 9.