A punto de cumplirse 14 años de sequía, de aquél 7 de diciembre de 1997 cuando Cruz Azul obtuvo su último campeonato, la tarde del sábado pasado no se pintó de azul. 14 años después ahí estaban, deseosos por ver la reacción de los cementeros, con la camiseta bien puesta, defendiendo a capa y espada a los jugadores, alentándolos. Sí, como siempre, la afición presente en cada momento. La baja temperatura que se registraba en la ciudad de México se esfumó con el calor en las tribunas. El equipo saltó a la cancha, y la esperanza de remontar la serie estaba latente. A penas unos 150 aficionados de Morelia estaban atentos del accionar de su equipo, frente a un estadio casi lleno, pintado de azul. La afición celeste enmudeció repentinamente, pues Morelia estaba arruinando la hazaña cementera a los pocos minutos de iniciado el encuentro. La historia de todos los torneos parecía repetirse, y mientras los seguidores de La Máquina comenzaban a desesperarse y a meterse con los jugadores, el equipo buscaba encontrar el camino al gol. Alejandro Vela dio vida nuevamente a las tribunas, pero los fieles seguidores sabían que la noche se les venía encima. “Pongan hue..”, era el grito de aliento, con el que los asistentes ya no pedían, sino exigían un cambio de actitud. La expulsión del capitán Gerardo Torrado, así como la frustración de estar nuevamente fuera del torneo, fueron detonantes para que la afición enmudeciera. Los seguidores celestes salieron decepcionados, afirmando que para ellos “ya es costumbre”, refiriéndose a que sufren la misma situación en cada temporada. A las afueras del estadio, cientos de seguidores a Cruz Azul, sitiaron el autobús del equipo para reclamar a los jugadores la falta de resultados. Los elementos policíacos se encargaron de mantener el orden, pues el ambiente estaba muy tenso. Entre lágrimas, coraje y confusión, poco a poco los seguidores azules comenzaron a abandonar las calles aledañas al Estadio Azul que no abrirá sus puertas hasta el próximo año. Por Rocío Yelitza.