Como si fuese escrito por el más avezado director de cine, la historia del penalti de Carlos Hermosillo es digna de un guion de ciencia-ficción. Fue un domingo 7 de diciembre de 1997 cuando Cruz Azul se coronó por última vez como campeón de la Liga MX. En aquella final ante León, el partido se prolongó hasta la prórroga, y con solo diez minutos de haber ingresado en el primero de los tiempos suplementarios, el Gigante de Cerro Azul marcó desde los once pasos y dio el título a La Máquina: lo que nadie sabía es que Hermosillo tenía debajo de la playera un ¡chaleco antibalas!

Todo sucedió porque en la semifinal de aquel torneo, ante el Atlante, Hemosillo recibió una fortísima entrada en las costillas que le impidió estar disponible para la final. Según las palabras del jugador a MedioTiempo, el entrenador de aquel entonces, Luis Fernando Tena, le esgrimió que ingresaría al partido “solo si es estrictamente necesario”. Y vaya que lo era…

El entrenador, astuto y sagaz, sabía de antemano que necesitaría en algún momento del choque a su goleador, por eso decidieron ambas partes que lo mejor era que saliera con “algo” de protección. Y ahí es cuando entra en la historia el comentado chaleco.

Ya en el partido referido, Ángel David Comizzo propinó una dura entrada al delantero al minuto 106 de juego que fue sancionada como penal para los cementeros. Aún con la ley del gol de oro vigente, Hermosillo convirtió y se erigió en héroe de Cruz Azul al darle la octava estrella de su historia.

“Fue una gran decisión y lo mejor que me pudo haber pasado. Fue un partido difícil porque se daba en León, pero estábamos muy bien concentrados y se me dio la oportunidad de entrar a mí, que me dijo Luis Fernando Tena, porque sólo iba a entrar si se necesitaba y tuve la fortuna de entrar y poder definir el partido”, recordó Hermosillo.