El 19 de junio de 2005 quedó grabado en la memoria del fútbol mexicano. Rubén Omar Romano, entonces entrenador de Cruz Azul, vivió uno de los episodios más aterradores de su vida: fue secuestrado al salir de un entrenamiento en La Noria. Durante 65 días, estuvo privado de su libertad, en un caso que conmocionó al país y dejó una huella imborrable.
El argentino regresó a los banquillos apenas tres días después de su liberación, el 24 de septiembre de 2005, dirigiendo nuevamente a Cruz Azul en el Estadio Azul contra Dorados, en un partido donde el resultado quedó en anécdota y su aparición simbolizó una fortaleza y determinación claves para superar aquel traumático episodio.
En una entrevista exclusiva que mantuvo hace algunos con Vamos Azul, Romano compartió sus emociones y aprendizajes de aquella experiencia que marcó su vida personal y profesional, y cómo el fútbol se convirtió en su refugio para sobrellevar el trauma. Pero, en el aniversario número 20 vuelven a cobrar una gran relevancia que merece la pena repasar.
Los pilares a los que Rubén Romano se aferró para salir adelante tras el secuestro en 2005
El estratega recuerda aquel periodo que transitó en Cruz Azul con una mezcla de dolor y gratitud. Sobre los días de cautiverio, destaca que la fuerza para sobrevivir le vino de tres pilares fundamentales: Dios, su familia y el fútbol. “El fútbol fue importantísimo para mí. Esas fueron las fuerzas de donde me agarré para sobrevivir“.
“Necesitaba estar continuamente trabajando para sobrellevar todo“, señaló, dejando en claro que ese regreso a los entrenamientos, al estar en contacto con el equipo y mantenerse activo fue una forma de resistir. Su vínculo con Cruz Azul quedó marcado por aquel episodio y a día de hoy sigue intacto, aunque su salida del club estuvo rodeada de decisiones que él mismo calificó de injustas.
La polémica salida de Rubén Romano de Cruz Azul
Tras la liberación, su regreso al banquillo fue inmediato. A los tres días, aquel 24 de septiembre de 2005, ya estaba parado junto a la línea de cal dirigiendo a su Cruz Azul. No obstante, la relación con la directiva se tensó y en diálogo con este medio, Romano expresó que su salida se debió a presiones internas: “Les llenaron la cabeza a los dirigentes de que tenía que descansar por el momento que había pasado y era al revés: yo lo que necesitaba era seguir trabajando, no descansar”.
¿Se planteó en algún momento marcharse de México?
A dos décadas de aquel episodio que conmocionó al fútbol mexicano, Romano reflexionó sobre cómo aquel episodio cambió su visión del deporte y de la vida: “Nunca pensé en irme del país, para nada. Lo primero que me preguntaban era si me iba a ir de México y la contestación fue que en un mal momento no iba a borrar lo que México hizo por mí y por mi familia“.