Hoy es un día de celebración para toda la comunidad cementera. Cruz Azul suma un año más a su historia y ya se soplan 95 velitasen un pastel en el que se cuentan muchas victorias y alguna que otra derrota. Referencia para el futbol mexicano, también lo es para el sector empresarial gracias a La Cooperativa, que, guste o no, está tan ligada al equipo de fútbol como niño a su madre -o viceversa.
24 trofeos engalan unas vitrinas que nada tienen que envidiar a ninguna en el mundo. Además, los nueve títulos conseguidos a nivel local hacen de Cruz Azul la envidia del resto de contendientes en suelo azteca. Gran parte de los rivales -o sus aficiones- hanquerido “manchar” al club acuñando términos despectivos con cada tropiezo, pero al final se termina imponiendo el aura de una institución que ha sabido reponerse de cada descalabro sufrido en sus casi 100 años.
Sin embargo, en la columna del haber nos sigue faltando algo para dar el siguiente paso. A pesar de que en cada partido, sea enMéxico o en los Estados Unidos, Cruz Azul siempre juega de local gracias al apoyo incondicional de sus millones de fanáticos, aún sigue sin haber un sentido de pertenencia hacia un lugar que nos haga llamarlo “Casa”.
La obtención de la novena habría tenido un sabor distinto si en las gradas donde miles celebraban la conquista no estuviera dibujado el logo del América. El compartir estadio con el rival más acérrimo resultaun oximorón del tamaño del mismo Coloso de Santa Úrsula. Primero fue el Estadio Azul -que en realidad se llama Ciudad de los Deportes– y ahora el Azteca, pero ninguno se siente como un verdadero hogar.
La falta de un proyecto serio para la construcción de un estadio es una asignatura pendiente que los millones de fanáticos echan en falta por parte de los dirigentes. Resulta indignanteleer las noticias que señalan el desfalcomillonario que ha sufrido el club en los últimos años, dinero que bien podría haber sido utilizado para ver realizado uno de nuestros tantos sueños. Son 95 años escribiendo la historia del balompié mexicano, casi un centenario en el que el único lunar son unos dirigientes que no han estado a la altura de su cargo.
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