El grito de un estadio copado por la afición celete. El grito sagrado de un pueblo sufrido que durante años soñó con celebrar un campeonato. A disfrutar, señores. Cruz Azul es el campeón de la Concachampions.
El título se hizo esperar mucho tiempo, mucho más que el que cualquier corazón azul podía soportar. Inmerecidamente, a La Máquina Cementera el grito de campeón se le hizo esquivo, pero esta noche el desahogo llegó para todos. Porque Cruz Azul es el gran campeón de la Concacaf y ya palpita el Mundial de Clubes.
Durante toda la semana previa, en las calles del país y en las redes sociales podía palparse el clima festivo, el entusiasmo del pueblo azul. Se sentía confianza. Y así fue como miles de hinchas acompañaron al equipo en la segunda final y alentaron sin cesar durante todo el juego hasta el pitazo final.
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Vibraron con el gol de Pavone, sufrieron con el empate de los Diablos Rojos. Pero después quedaron durante largos minutos festejando, sacando a relucir todo el repertorio de la mejor afición de México, agitando las banderas de nuestros corazones…
Mientras los jugadores eran premiados, las lágrimas brotaron de futbolistas y aficionados. Hubo una explosión de alegría, de emoción contenida. Porque se hacía realidad eso que esperamos durante muchos años. Hoy estamos disfrutando, mientras las calles de nuestro país se tiñen de azul.
¡Y ya lo ve, y ya lo ve, somos campeones otra vez!
¡Y ya lo ve, y ya lo ve, somos campeones otra vez!
¡Y ya lo ve, y ya lo ve, somos campeones otra vez!