Cruz Azul afrontaba un desafío mayúsculo en las semifinales del Apertura 2025. Del otro lado aparecía un Tigres crecido, revitalizado tras pasar por encima de Tijuana en cuartos de final y decidido a imponer condiciones desde el primer silbatazo en Ciudad Universitaria. El equipo de Guido Pizarro lo dejó claro desde el arranque: no sería una noche cómoda para los dirigidos por Nicolás Larcamón.
Desde los primeros momentos del juegos, los felinos exigieron a Andrés Gudiño con un cabezazo a quemarropa de Ángel Correa que el capitán celeste desactivó con una intervención soberbia. El propio argentino volvería a complicar a La Máquina en el complemento, aprovechando una serie de desatenciones defensivas que pusieron a temblar la última línea cementera: 1-0 y a remar desde atrás.
Pero Cruz Azul respondió con carácter. Empujado por la urgencia y el orgullo, el equipo encontró su recompensa en una jugada que cambió el pulso del partido. Nacho Rivero recibió un centro cruzado dentro del área, controló hacia su pierna derecha y sacó un remate que fue bloqueado por la mano izquierda de Marco Farfán. El árbitro no dudó: penal para La Máquina.
Con el estadio conteniendo la respiración y la expectativa apuntando hacia Ángel Sepúlveda, fue Gabriel Fernández quien tomó la pelota con serenidad de líder. Frente a Nahuel Guzmán, el uruguayo abrió el pie y colocó el balón en la esquina inferior izquierda, imposible para el arquero, que se lanzó hacia el lado contrario. Un gol de alta tensión que devolvió el alma al cuerpo de los celestes.
