VamosCruzAzul.com tiene una nueva sección para ti. Se trata de las “Letras Celestes”, que son textos de diferentes géneros literarios, perorelacionados de alguna manera con el Cruz Azul. Esperamos que disfruten de esta nuevapropuesta y como siempre recuerden que sus comentarios son bienvenidos en esta página. “PAULA O EL CRUZ AZUL”
Por Javier Caravantes Me despierto. El libro sigue abierto sobre mis piernas y el autobús sale de la autopista para entrar a la ciudad. Acomodo la espalda en el asiento y regreso a la página donde dejé el separador. Sobre una tira de cartoncillo verde hay unos ojos que ya no me han de mirar, la nariz más perfecta que he visto y la boca de los interminables besos: un rostro recortado de alguna fotografía y pegado en el papel, el último regalo de Paula. Adornos de tinta amarrilla y en la parte superior un hilo negro que cuelga fuera del libro. Lo cierro. Tomo la maleta, me acerco al frente y le indico la parada al chofer. Hay mucho sol, mi cabello se calienta apenas camino. Saco la cajetilla de cigarros, y prendo uno. Tengo amarga la boca de tanto estar cerrada, cruzo la calle y camino hacia mi antigua casa. Dieciséis meses fue lo que duró nuestra relación. Atajo su recuerdo mirando la punta de los zapatos. A veces me escondo en cualquier libro y en la escuela atiendo a las palabras del que está enfrente. Al final ella está ahí, con los ojos, la nariz y la boca; ahora conservo los trozos de su imagen entre el libro, basta con asomarme en el separador. Estoy harto: la punta de mi zapato no sirve, debo buscar otra cosa, sobran muchos días de calor y apenas es el primer sábado de las dos semanas de vacaciones. Confío en mi hermano y mis amigos para hacer algo diferente y divertido. No quiero seguir buscando objetos para desviarme del recuerdo de Paula. Abro el zaguán y van a mi encuentro las dos perras, las acaricio. Son las cinco cincuenta y ni mi madre ni mis hermanos están. Dejo las maletas en el escritorio y voy a la sala, donde la televisión espera que la enciendan. Repaso canales y encuentro, se me había olvidado, que el Cruz Azul está jugando. Hay empate a cero al terminar el primer tiempo. Me incomoda saber que es contra los Tuzos del Pachuca que ahora es el líder. Casi todo el tiempo el pensamiento de Paula me invade, molesta. Hace cinco días que no la veo, ni hablo con ella. El último mes peleamos mucho, estábamos frustrados. A Paula le interesaba adentrase en diferentes ambientes y hacer otras cosas. Para mí la relación seguía igual de bien. Después de varias discusiones ella decidió terminar, más bien me lo impuso y con tanta seguridad que yo sólo alcance a desearle suerte. El árbitro silba y comienzan los últimos cuarenta y cinco minutos. Desde las primeras jugadas los ataques del Pachuca son feroces, decididos a dar por terminado el encuentro. Yo me pongo nervioso, estoy atento a cada movimiento de la pelota. Me acabo de enterar, por boca de los cronistas, que el Cruz Azul tiene que ganar para entrar en la liguilla. Justo ahora me acuerdo de que Paula odiaba ver los partidos, y me encamino a recordar el pequeño drama del sábado a las cinco de la tarde en su casa, cuando prendía la tele, sus reclamos y quejas, sus chantajes y… Gol. ¡Qué poca! gol del Pachuca. Eso me pasa por andarla invocando. Me levanto del sillón, bajo las escaleras y llego a la cocina. Me preparo un sandwich escueto: mayonesa, jamón y queso, también encuentro un poco de Sprite en el refrigerador y regreso corriendo frente al televisor. Algunas veces Paula y yo veníamos los fines de semana a esta casa. Nos dormíamos en mi antigua recámara y aquellos días regresan; como hoy, en este momento cuando estoy solo, sentado en el sillón y algunas semanas atrás ella podría haber estado sentada, reclamándome por ver el partido o por alguna otra cosa pero junto a mí. Conforme avanza el reloj mi equipo le crea dificultades al rival, ya comienza a invadir su área. Minuto treinta. En un desborde, Chelito, consigue un tiro de esquina, me levanto y de pie espero una buena jugada. El cobro es malo, igual que el despeje del defensa, la pelota bota afuera del área grande y así de bolea y sin pararla, Restrepo, la manda a las redes de la portería. Grito gol hasta rasparme la garganta. Estoy emocionado, los de Pachuca no se conforman y atacan con más insistencia y además realizan un cambio: sacan defensa y meten delantero. El Cruz Azul parece no responder. Tiro de esquina en contra, apenas despejan y el balón le va a caer a Chelito. La controla y comienza su escapada justo en media cancha. Enfrente de él están tres defensas, más el portero. Yo grito: “¡Vamos Chelito!”. El primer defensa lo encara pero mi jugador favorito le va ganando por velocidad. Al siguiente le hace un recorte a la izquierda y al otro hacia la derecha, parece que va a disparar… Pero sólo elude a los defensas con otro quiebre y pasan de largo. El portero que resbala. Chelito ya enfrente de la portería, con enorme calma, sin nadie que lo detenga la mete por el centro. El narrador del partido dice con profunda voz ronca “Yo ya me voy, que apaguen las luces del estadio, César el Chelito Delgado, acaba de hacer una de las mejores jugadas”. Yo no sé ni qué grito pero son puras palabras de emoción, de orgullo. Cuando la cámara toma el festejo de mi ídolo, al igual que él, beso mi playera, aunque ésta que traigo puesta sea de simple algodón gris y la de él sea la mejor. Otras tres jugadas; dos del Pachuca que se desesperan y no logran el gol del empate, y otra de los míos que casi lo meten. El árbitro pita el final del partido y alzo mi mano en señal de victoria igual que los jugadores. Inmediatamente repiten varias veces la histórica jugada de Chelito y la celebro con el mismo entusiasmo. Escucho unos pasos en la escalera. Mi hermano ha llegado y pregunta: — ¿Eres tú? —Sí, apúrate, ven a mirar la jugada que acaba de hacer el Chelito. —Voy. —Ya no alcanzaste —y se la narro con todo y movimientos. Él observa y me dice que espera verla en el resumen de los partidos, entra al baño y desde ahí me pregunta. — ¿Cómo estás, a qué hora llegaste? Instintivamente le digo que bien y que como a las seis. Vuelve a preguntar. —Y Paula ¿cómo está, va a venir? Me siento en el sillón y no respondo nada. Miro el aburrido programa de concursos que empieza y mejor voy a mi recámara. Encuentro, sobre el escritorio y junto a la maleta, el libro que venía leyendo en el autobús. Abro sus páginas. El separador sigue adentro, guardándola. —Ya no va a venir —contesto. Aunque sé que ella seguirá aquí. VamosCruzAzul.com agradece a Javier Caravantes por su valiosa colaboración en el sitio. Foto: Mexsport