¿Sabían ustedes que uno de los máximos ídolos de Cruz Azul casi no llega a jugar como profesional por culpa de una de las grandes leyendas cementeras? Carlos Hermosillo, que marcó época en el futbol mexicano y en especial en el Cruz Azul, recordó un episodio poco conocido de sus inicios que podría cambiar la forma en que vemos su carrera en La Máquina.
Todo empezó en una oficina frente a la casa de Miguel Marín, leyenda bajo los tres postes de la Máquina. El papá de Hermosillo, constructor de profesión, mantenía una amistad con el ídolo celeste y sabía bien la admiración que su hijo sentía por el portero, por lo que llevó a un Carlos de 13 años a conocerlo.
Pero, la emoción fue tan grande que Carlos no pudo decir una palabra frente a su ídolo. Sin embargo, esa visita casual que había planificado el padre del futuro delantero a esa oficina se convirtió en el punto de partida de una anécdota que Hermosillo jamás olvidará y recordó en una entrevista con Shaggy Martínez.
Con la ilusión a flor de piel, Carlos se fue a probar con Cruz Azul para incorporarse a la Reserva, un paso habitual para los jóvenes que buscan escalar al primer equipo. Marín, que por aquel entonces trabajaba en el equipo, lo observó y, sin darle siquiera la oportunidad de mostrar sus habilidades, sentenció: “No, aquí no puede jugar, tiene las patas muy flacas“, y lo descartó.
Este rechazo inesperado obligó a Hermosillo a tomar otro camino que lo llevó a América, equipo en donde finalmente comenzó a forjar su leyenda, antes de brillar con fuerza en Cruz Azul, Monterrey, Chivas, y hasta en Europa con el Standard de Lieja.
El regreso triunfal de Carlos Hermosillo a La Máquina
A pesar del golpe inicial, Hermosillo regresó con fuerza a Cruz Azul, donde se consolidó como uno de los delanteros más letales de la historia del futbol mexicano, anotando a lo largo de su carrera más de 295 goles en Primera División y obteniendo tres títulos de goleo individual.
Su momento más emblemático llegó en el Torneo Invierno 1997, cuando con una pierna lastimada y tras una falta brutal de Ángel Comizzo, marcó el penal decisivo que le dio a La Máquina un título que se había negado por un buen tiempo.