En la historia de Cruz Azul hay nombres que no se borrarán jamás. Dos de ellos, ligados por una amistad sincera y una pasión compartida, son Enrique Meza, multicampeón como jugador y uno de los técnicos más queridos de México, y Miguel Marín, el ídolo máximo de La Máquina, arquero que voló en la Época Dorada y conquistó corazones dentro y fuera de la cancha.

Hoy, décadas después de sus días compartidos en el vestidor cementero, Meza volvió a abrir su corazón. Lo hizo en el podcast El RePortero, junto a Yosgart Gutiérrez, donde dejó declaraciones muy emotivas para la afición celeste: un homenaje sincero, íntimo y cargado de nostalgia a su entrañable amigo, el Gato Marín.

Era un gran amigo y un gran hombre. Yo lo quise mucho”, dijo Meza con voz casi quebrada, recordando no solo al arquero extraordinario, sino a la persona que lo marcó más allá del fútbol con una amistad muy cercana.

Cuando Meza llegó a Cruz Azul, el destino ya le había escrito una página especial: compartir vestidor con Gato Marín. Aunque reconoce que su carrera como jugador fue modesta y pasó la mayor parte del tiempo en la banca, admite con orgullo que vivió rodeado de los mejores jugadores del país, ganando siete títulos de Liga MX con una de las plantillas más legendarias del fútbol mexicano.

“Muchos me dicen: ‘Pero ni jugabas’. Y sí, tienen razón, no jugaba… pero ¿quién me quita lo bailado? Disfruté mucho, me hubiera gustado jugar más, pero había grandes arqueros como el Gato Marín y Roberto Alatorre”, recordó entre risas y melancolía. “Yo creo que fue el mejor arquero que vi. Era buenísimo. Además, era un artista“, sentenció sobre Superman.

Del campo a los banquillos: una amistad que perduró

El tiempo los volvió a reunir luego, desde el otro lado de la línea de cal. Marín, ya retirado, fue auxiliar técnico suyo en Gallos Blancos, una dupla que dejó momentos memorables. “Sabía que cada vez que él llegaba a algún lugar, toda la gente se levantaba a pedirle autógrafos y él sacaba una fotografía que ya traía. La firmaba y se las entregaba. A las abuelitas les daba un beso, un abrazo”, dijo Ojitos.

Y fue el destino quien, con una coincidencia que parece guionada por el propio fútbol, cerró su historia con un golpe al corazón: “Mi mamá se me muere y como a los tres meses se muere Miguel”, confesó Meza, recordando aquella temprana partida del máximo ídolo cementero.

Dos leyendas, una misma pasión

La historia de Cruz Azul está construida con triunfos, derrotas, leyendas y recuerdos imborrables. Pero hay vínculos que trascienden el juego, que quedan grabados en el alma de los aficionados y que merecen ser contados una y otra vez.

Enrique Meza y Miguel Marín fueron, cada uno a su manera, pilares de la identidad cementera. Uno con su sabiduría táctica, el otro con sus vuelos imposibles. Pero juntos, fueron algo más grande: una muestra de amistad genuina, de respeto mutuo y de amor eterno a los colores de Cruz Azul.