“Mis condolencias”, es lo primero que escuchas cuando revelas tu identidad: soy aficionado de Cruz Azul. Y es que parece que te lo has ganado con todo merecimiento después de soportar casi 23 años sin festejar un sólo título de Liga y haber sido testigo de seis finales perdidas de la manera más extraña posible, cada vez más increíble; siempre hay una nueva final que supera a la anterior en insolencia.

Pero, ¿qué más da? Si llega el 22 de mayo y lo primero que pasa por tu mente es Miguel Marín volando de lado a lado, salvando su arco hasta del más letal disparo y después lo ves festejando los cinco títulos que conquistó como “Supermán”, uno tras otro, como Bicampeón y hasta Tricampeón; también como Campeón de Campeones, siendo líder de la época más gloriosa del equipo que no pudo tener un adjetivo que lo describiera mejor: “La Máquina”.

Llega este día y aún escuchas el Nou Camp rugir de dolor cuando Carlos Hermosillo fusiló desde los once pasos a Ángel Comizzo, con las costillas rotas y el rostro sangrando, así como el héroe que es, como el máximo goleador en la historia y como el inmortal que marcó el gol que le dio el último título al equipo de sus amores, al equipo de tus amores, aquel Invierno del 97 en el que el conjunto cementero se coronó tras vencer 2-1 al León.

También ves desfilar a otras leyendas que amaron como tú esta playera; ves llorar al ‘Chaco’ como campeón de la Liga de Campeones, te ves llorando a ti, alentando como siempre desde la tribuna, saltando, rezando, dejando la voz para dar la vuelta después. Festejando un gol, un triunfo, un campeonato, con las piernas temblando y el corazón latiendo a todo lo que da. Con una sonrisa gigante y la camiseta bien puesta.

 

Es cierto que no ha habido una estrella más, la caprichosa Novena aún no llega, pero ha de llegar y si hay algo que te refuerza el orgullo es saber que vas a estar ahí cuando tenga que pasar, como lo has estado siempre; ten por seguro que cada vez está más cerca, aunque las adversidades a veces te quieran hacer creer lo contrario.

Y es que la lealtad es de color azul, a estas alturas a nadie deberían quedarle dudas, y si puede ser tangible es gracias a ti, quien se las ha aguantado todas de manera heroica y aquí sigue de pie, presumiendo con orgullo el escudo en el pecho. Un verdadero aficionado de corazón, como ninguno otro. La recompensa va a llegar, tiene que llegar.

Foto: Vamos Cruz Azul

Foto: Vamos Cruz Azul

En realidad, aquí no hay condolencias, sólo un recordatorio de que amar estos colores es lo mejor que te pudo pasar en la vida. Hoy esta felicitación es para ti, porque tú eres Cruz Azul. Felices 93.

También puedes ver: ¿Cuándo transmitirá TV Azteca la Final de 1997 entre Cruz Azul y León?