Hay un hombre en la cancha que juega de todo y de todo cumple con las exigencias. Puede iniciar por la lateral izquierda porque alguien se lesionó, también arrancar como interior y regresar a la lateral, pero en la banda derecha por alguna emergencia; pocos se acordarán que está registrado como mediocampista ofensivo, porque la realidad es que defiende tanto como ataca, es un todoterreno que circula por toda la cancha y que, además, hoy en día siente como nadie la camiseta de Cruz Azul. Ese hombre es Ignacio Rivero.

Su entrega en la cancha lo respalda como el mejor elemento de La Máquina en el plantel actual, pero también sus números. Partido a partido demuestra por qué la afición exigió que se quedara y hasta se ofreció a pagar para completar la compra de su ficha, una vez que había terminado su préstamo después del torneo de la novena, donde, dicho sea de paso, también fue uno de los pilares y grandes referentes de la conquista.

Nachito Rivero es el capitán sin gafete de Cruz Azul. Es el líder en la cancha, el que grita, el que acomoda, el que se atreve a reclamar las injusticias a los árbitros; el hombre que aun lesionado se pone de pie, en un solo pie, y protesta desde la banca cuando tiene que hacerlo, como si trajera la cinta en el brazo permanentemente, aunque injustamente solo se la hayan dado una vez desde el 2020 que llegó a vestir la camiseta celeste.

El jugador uruguayo se coronó en la Supercopa en junio, se lesionó, quedó fuera tres partidos y regresó para afianzarse como titular indiscutible en los últimos cinco partidos, jugando aquí y ajustando allá, tratando de cubrir en la cancha todas las carencias del equipo que en el mercado de pases la directiva no pudo; es el hombre comodín que lo resuelve todo y que cualquiera quisiera tener en su equipo.

Tan lo resuelve todo con esa plurifuncionalidad envidiable que ya hasta se apuntó un gol de antología, de esos que parece que solo pueden ser de la autoría de Lionel Messi o Cristiano Ronaldo; el tercero en su cuenta desde que se puso la camiseta celeste, porque cuando hay sequía de goles, también se anima a disparar a puerta y anotar. Y lo gritó, lo sintió y se dejó el alma en el festejo, como un auténtico oasis entre la dolorosa inoperancia del equipo y una dirigencia que parece cada vez más displicente

Es el hombre que grita como nadie un gol, pero también el que siente las derrotas como pocos, el que las sufre, el que se avergüenza, pero el mismo que en medio de la crisis vuelve a levantar la cara y lo intenta en cada partido, una y otra vez, queriendo cargar siempre con todo el peso del equipo, con todo lo que pesa la grandeza de Cruz Azulcomo lo haría siempre un digno capitán, aunque él no traiga el gafete. Y es que, sobre todo y contra todo, Nachito Rivero es el hombre que más siente la camiseta y el que nunca suelta el balón.

 

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