Guillermo Álvarez vive en una encrucijada. Los últimos minutos de la final contra el América forman parte de las imágenes más trágicas para la historia reciente de Cruz Azul. Ninguno que se haga llamar “cementero” olvida lo que pasó, así como ninguno de ellos rechazaría la oportunidad de borrar lo que sucedió. ‘Billy’ Álvarez los congrega a ambos: nunca olvidará ese día, a pesar de que fue el único que no vio lo que sucedió…

Transcurría el minuto 80. Todo parecía encaminado, era solo cuestión de trámite esperar el correr de reloj y cantar el alirón. “Señor Álvarez, por aquí por favor”, la voz que acompañó a un ademán de manos, provenía de uno de los encargados de la organización del torneo. Billy era solicitado en la zona baja del campo para ingresar apenas sonado el silbatazo final y formar parte de la premiación. Dejó el palco con su equipo en el campo a punto de ser campeón.

Apenas llegó a la puerta que da acceso al campo, el ambiente cambió. Hubo un aire enrarecido que rodeó a todos en aquel lugar estrecho. El run-run que recorría el estadio presagiaba lo peor: los cánticos de los aficionados de Cruz Azul ya no eran una sola voz, ahora la gradería del América se imponía tras estar 88 minutos en silencio total.

 

Desde ahí y sin poder verlo, se confirmó lo peor: los americanistas habían anotado el primero, y mientras él y su personal exigían el ingreso –la directiva de las Águilas como Peláez y Pepe Romano ya estaban en la cancha–, el mundo se le vino abajo y sufrió un estremecimiento cuando se lo confirmaron: el América empató.

Resignado, subió de nuevo a su palco y vi el resto de la final con desenlace lamentable para sus aspiraciones… pero son muchos los cementeros que habrían querido estar en su lugar, y no presenciar esas imágenes que se instalaron en la mente de todo fanático celeste y que nunca han podido borrar hasta el día de hoy.