Tanto había crecido la popularidad de Cruz Azul que decidieron mudarse al Estadio Azteca. Dos estrellas en el pecho hicieron que los responsables del club vieran en el Coloso de Santa Úrsula el sitio ideal para albergar todo el fervor que generaba un equipo que estaba a punto de convertirse en leyenda.
Corría la temporada de 1971/72, año en que los cementeros pasarían a ser respetados y considerados como “equipo grande” en el futbol de México. Aquella escuadra estaba comandada por Miguel Marín, el para muchosmejor portero en la historia de La Máquina.
En aquel torneo los celestes se enfrentaron al América en una épica final a partido único. Los dirigidos en aquel entonces por Raúl Cárdenas alinearon de la siguiente manera:Miguel Marín, Marco Antonio Ramírez, Javier Guzmán, Alberto Quintano, Javier Sánchez Galindo, Juan Manuel Alejándrez, Cesáreo Victorino Ramírez, Héctor Pulido, Fernando Bustos, Octavio Muciño yEladio Vera.
Apenas el juez centralArturo Yamasaki pitó el inicio del partido, se evidenció qué equipo estaba más comprometido. Solo tardaron 10′ minutos los cementeros en irse al frente en el marcador: Pulido remató de derecha tras un pase de‘Centavo’ Muciño. El público desbordaba los graderíos, que se incliniban hacia los nuevos inquilinos.
Casi 20′ minutos después. al 28′,Cesáreo Victorino empujó el balón a puerta vacía y ponía el segundo en el marcador. A pesar de la victoria momentánea, Cruz Azul seguía con una presión alta, asfixiaba a su rival, incapaz de sobreponerse a tal despliegue físico de los cementeros.
Octavio Muciño, quien terminaría como goleador de la jornada, remató una jugada espléndorosa que recreó con Bustos y ya se presagiaba la goleada: 3-0 y ni rastrode Las Águilas… ¡al minuto 38′!
Los mismos protagonistas del tercero se regodearon para ‘dibujar’ el cuarto. Fue apenas al minuto 46′ y Muciño marcaba el segundo de su cuenta personal y se consumaba la goleada. El América, más por displicencia de Cruz Azul que por mérito propio, marcó el de la honrilla por medio de Enrique Borja casi al final del partido.
Tras el pitazo final, un bullicio ensordecedor copó cada rincón del Azteca, que presenciaba el nacimiento de un equipo de leyenda. Después de ese campeonato, le seguirían dos más de manera consecutiva. Fue en aquellos años en que Cruz Azul se hizo imparable, volcánico, aterrador, y, según los números, casi invencible.
¡Qué tiempos aquellos!