Después de varios meses sin pisar la cancha con el primer equipo, Gabriel Fernández escribió un capítulo inolvidable en su historia con Cruz Azul. De descartado en el verano y relegado al Sub-21 para darle lugar a otro refuerzo, pasó a convertirse en el héroe celeste en el triunfo 3-2 sobre Santos Laguna por la Jornada 5 del Torneo Apertura 2025.
El uruguayo volvió a tener su oportunidad gracias a la confianza de Nicolás Larcamón, quien lo rescató del olvido tras la caída del fichaje de Luka Jović y la decisión de darle salida a Giorgos Giakoumakis. Y el Toro no la desaprovechó: ingresó en los minutos finales, con el marcador empatado, y encontró en Ángel Sepúlveda a su mejor socio para firmar el gol de la victoria.

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No obstante, el momento más importante no podía estar exento de suspenso. Primero, el juez de línea ahogó el grito levantando el banderín. Pero segundos después, la revisión del VAR confirmó lo inevitable: el gol era legítimo y Cruz Azul encontraba nuevamente la ventaja (que iba a ser definitiva).
Fue entonces que el momento más emotivo llegó: el Toro estalló. Se llevó la camiseta al pecho, golpeó con fuerza el escudo y, lleno de euforia, liberó todo lo que había guardado durante meses de espera, incertidumbre y trabajo en silencio. Señalando y aplaudiendo hacia las gradas envió un potente mensaje a sus detractores, y también a quienes han confiado en él.
Ese festejo no fue solo un gol. Con una sonrisa de satisfacción en el rostro, fue la confirmación de una revancha, el desahogo y un mensaje a la afición: el Toro está de vuelta, con la garra intacta y la convicción de que cada vez que tenga minutos, su mejor respuesta serán los goles.