En La Noria lo aplauden y en todo México lo respetan. Ignacio Rivero no solo es el capitán de Cruz Azul: es el alma combativa del equipo. Polifuncional, incansable y comprometido, se ha convertido en uno de los máximos referentes desde su llegada en 2020. Pero detrás del ídolo que alza la voz en el campo, hay una historia de sacrificio, resiliencia y momentos que lo marcaron de por vida.
Durante una entrevista para el canal de YouTube de Shaggy Martínez, su excompañero en La Máquina y amigo personal, Rivero abrió su corazón y compartió uno de los pasajes más duros que vivió en su carrera antes de arribar a México.

ver también
Nacho Rivero confesó qué le sucedió a Cruz Azul en la histórica voltereta de Pumas
Comenzó su carrera en Danubio, donde sufrió su primer golpe con 14 años: fue descartado por ser “muy chico” físicamente: “El técnico me dijo que buscara otro equipo”. Luego pasó a Rentistas, donde llegaba a entrenar en bicicleta, aunque lloviera o hiciera frío. “Fueron tres o cuatro años, 4 kilómetros todos los días”, dijo. Pero no se queja: lo cuenta con una sonrisa, como quien valora cada piedra del camino.

Nacho Rivero en 2011, en su estadía por Central Español de Uruguay. (X @EDUX77)
A los 17 años tuvo su primera oportunidad con el primer equipo de Central Español. “Fue una semana clave: o me quedaba o me iba a laburar”, confesó. Esa chance lo llevó a debutar en Primera División en 2012. Y tres años más tarde, en 2015, llegó el salto internacional hacia Argentina, a Defensa y Justicia.
El momento más duro en la carrera de Nacho Rivero
Ya en Argentina, fue rechazado inicialmente por Sarmiento de Junín y encontró una oportunidad en Defensa y Justicia. “Ahí los primeros seis meses fueron difíciles, no jugué. Porque yo venía de la B de Uruguay; imagínate el ritmo futbolístico comparado con el fútbol argentino”, relata.
Pero, eso no fue lo que más le marcó al futbolista cementero. Al principio, Rivero no tenía un apartamento asignado. Le tocó vivir en el predio del club, donde los jugadores de Primera y los juveniles compartían espacio. Hasta que un día, todo cambió.
“Un día trajeron a un equipo de rugby. Y yo… ¿dónde me iba a ir?”, relató Rivero. Ante la falta de lugar, lo enviaron a un quincho, una especie de depósito que funcionaba como utilería del club. “Era como una utilería donde había pelotas, chalecos, aros. Todo”, recordó.

Nacho Rivero se ha metido de lleno en la historia de Cruz Azul. (Getty Images)
Pasó allí una semana entera. Tenía un cuartito improvisado, un baño, y una televisión diminuta con un solo canal. Sin embargo, lejos de victimizarse, encontró una lección: “Y yo era feliz, porque estaba haciendo lo que me gustaba. Esas cosas me marcaron. No me las olvido. Y para el que le sirva, que valore hasta lo mínimo”.
El valioso mensaje que Nacho Rivero transmite desde el recuerdo
Más allá de la nostalgia, Rivero quiso dejar una enseñanza. A lo largo de la entrevista, insistió en la importancia de valorar las pequeñas cosas, esas que muchos pasan por alto, pero que terminan siendo fundamentales. “Vas aprendiendo ese tipo de cositas que te va marcando el camino y empiezas a valorar desde esas pequeñas cosas”, reflexionó.
Y su consejo a las nuevas generaciones es tan claro como exigente: la clave está en el esfuerzo diario. Cree en el trabajo constante, en la disciplina y en la mentalidad inquebrantable: “No hay otra forma que no sea el entrenamiento y el día con día, fuerte siempre. Uno le dice a los jóvenes ‘prepárate día con día; no te permitas un día malo, porque te va a pasar factura’. Cuando sos chico entrégate, porque el fútbol te devuelve, tarde o temprano te lo devuelve”.