Le pasó a Cristiano Ronaldo… en dos ocasiones. Es el riesgo que se corre cuando intentas dar largas a un momento trascendental: perderlo. Así como al astro portugués, a José Saturnino Cardozo le pudo las ansias de ser el foco de los reflectores y se guardó el quinto penal de la muerte súbita entre Cruz Azul y Boca Juniors en la final de la Copa Libertadores del 2001.

Su intención era clara: anotar el quinto tanto y ser agasajado por el resto de la tropa, con lo que no contó el Diablo Mayor, ni tampoco CR7, es que desde los once metros se juega una lotería diferente. Y que aquel que dominó durante todo el encuentro, podría sucumbir ante los nervios y fallar cuando nadie se lo espera.

“Yo estaba quinto en la lista para patear, había pedido patear el último penal porque quería ser yo el que le diera la copa al equipo, eso no me lo iba a quitar nadie. No me tocó patear porque sólo marcamos uno y no llegamos al quinto. No sale campeón el que mejor juega”, confesó el exjugador en una entrevista con 90 minutos.

Aquella competencia a inicios del nuevo siglo quedó enmarcada como uno de los hitos más recordados en la historia de Cruz Azul. Incluso ante los organizadores de la competición, La Máquina se enfrentó ante todos los contratiempos y llegó a la instancia final de un torneo en el que se presentaba como invitado; y solo uno de los mejores Boca Juniors de todas las épocas rompió el sueño de los cementeros… en penales y en plena Bombonera.

“Arreglo para ir a jugar esa copa. El presidente me dice que me quería contratar por dos partidos y le dije "¿cómo por dos partidos? Son ocho en total" y no me entendía. Yo tenía la confianza que jugaríamos la final a pesar de ser el primer año del equipo en la Libertadores. No podía pensar menos que llegar a esa instancia. Jugamos contra el mejor Boca con un entrenador extraordinario, pero creo que Cruz Azul fue mejor incluso en la derrota 1 a 0 en el Azteca.”, se explayó el Diablo Mayor.