Todo lo que se escriba y todo lo que se diga va a quedar corto, las palabras no alcanzan para describir el momento exacto en el que una colisión de emociones hizo estallar el corazón; los efectos de la novena estrella comenzaron a hacer efecto como droga que entra por las venas y de inmediato los pies se elevaron del suelo para sentir de cerca la gloria y poder gritar por fin: Cruz Azul Campeón.

En un grito que desgarró la garganta y abrazó con fuerza una ilusión que agonizaba después de 23 años de decepciones, con lágrimas que desahogaron los temores y le dieron paso a una felicidad incontrolable e indescriptible, la felicidad inigualable de ser Campeón. Ahora la podemos sentir, ahora la conocemos por fin. Vivimos para contarla. Somos parte de la historia.

 

Ese silbatazo final lo vivimos de todas las formas posibles y nunca lo vamos a olvidar; yo estaba arrodillada, con los ojos cerrados y las manos apretadas, elevando las últimas oraciones para que ocurriera el milagro. Y ocurrió, el rugir del Estadio Azteca me lo confirmó, no pude abrir los ojos aún, fue un recuento fugaz de toda mi vida con la camiseta de Cruz Azul puesta, como cuando te vas a morir y dicen que ves pasar tu vida en una película.

Me pasó por la cabeza la imagen de una niña que lloró cuando perdimos la Libertadores, mi primera Final en el estadio hace más de 10 años; los viajes por cada cancha del país en la que he alentado al equipo, el recuerdo de mis hermanos a los que les transmití el amor por estos colores, el recuerdo de los que nos heredaron estos colores y ya no están, los ojos de mi mamá angustiada al verme sufrir. La última Final en la cancha debajo de una tormenta que enfatizó aún más el sufrimiento en 2013, cuando creímos que el corazón jamás iba a sanar. Otra Final más en 2018 que me dejó llorando de nuevo en el piso.

Pero entonces, el sufrimiento llegó a su fin. Cruz Azul es Campeón y yo lo vi. Vi a un equipo histórico que impuso marcas todo el torneo y terminó casi invicto la Fase Regular, vi la mejor versión de Luis Romo y Orbelín Pineda, vi a un Cata Domínguez aguantándolo todo, liderando la central con Pablo Aguilar, a un Santi Giménez recuperándose y anotando en Liguilla, a un 'Piojo' que se renovó cuando en el pasado ya estaba en el olvido, vi a Juan Escobar y a Ignacio Rivero romperla por las bandas, el retorno inesperado de ‘Pol’ Fernández; vi el regreso del goleador Jonathan Rodríguez firmando el gol más importante de su vida, de la mía.

Vi también a Juan Reynoso colgarse la medalla de Campeón, con la camiseta de 1997 pegada a la piel y hasta la cinta de capitán en el brazo; vi a Jesús Corona, nuestro capitán, levantar la Copa que tanto le suplicamos, después de aguantar burlas, injusticias y todo tipo de reclamos, el ídolo que ya no tiene más pretexto para no ser llamado así: ÍDOLO y pasar a sentarse a la mesa de Roberto Alatorre, Miguel Marín y Óscar Pérez, con todo el merecimiento del mundo. Lo logró. Lo logramos.

El 30 de mayo del 2021 nunca lo vamos a olvidar, nunca vamos a olvidar dónde estábamos este día a la hora que gritamos Azul Campeón, nunca vamos a olvidar con quién festejamos la novena, las celebraciones, las felicitaciones que recibimos, la playera que traíamos puesta, las lágrimas que no podíamos controlar, los saltos que dimos, o las súplicas que hicimos; nunca vamos a olvidar la imagen en el Estadio Azteca con papelitos brillosos por los aires y los fuegos artificiales en el cielo. La sonrisa de los hombres que hicieron historia y que nos hicieron parte de ella. Nunca vamos a olvidar la felicidad más grande que el futbol y Cruz Azul nos pudieron dar.

¿Que qué se siente ser Campeón? Es inflar el pecho de orgullo, caminar con la cabeza en alto, sonreir día y noche y sentir un cosquilleo en la panza, ese tan característico del amor, cada que recuerdas el épico momento en el que se levantó la Copa. Ya sé lo que se siente ser Campeón, pero nunca lo voy a poder explicar, solo puedo decir que basta y sobra para ponerlo en el altar donde merecen ser colocados los mejores días de mi vida. Y sé que habrá muchos más. ¡Gracias Dios, porque este año sí fue el bueno! ¡Gracias, por mi Cruz Azul Campeón!